Alfabeto para nadie de Cristián Gómez: La épica de lo cotidiano.
El libro alfabeto para nadie de Cristián Gómez (Editorial Fuga 2008) nos presenta desde su primer poema “El más paciente” y a lo largo de todo su cuerpo textual me atrevería a señalar, una dimensión poética que emerge de lo cotidiano, su voz aterriza las expectativas del lector introduciéndonos por espacios conocidos y sospechados. Sin ser repetitivo o cliché, tropezamos en el texto con recintos e instituciones ante las cuales uno lidia diariamente ya sea en la ciudad, el patio de nuestros hogares, durante la cena, al ir al cine, contraer una gripe o hacer zapping el domingo por la noche.
De modo que la voz que emerge, actúa como un canal que va pormenorizando las ataduras del hombre común desde lo macro aplastante e incontrolable que paradójicamente nos controla a todos sin excepción y por completo, con algo tan simple e insubstancial como una cifra, password o cartel de prohibición, para llegar a lo más particular e imperceptible a simple vista, una pantalla en el fuero interno de los enunciantes enunciados, las voces que residen en los poemas, pareciesen someterse a un escáner que nos muestra de modo transparente sus ideas, sentires y pesares, me refiero a la familia del niño afectado por un cáncer, el conductor del camión de helados, un paseante que se siente extranjero al recordar lo que era su ciudad durante la infancia, los poco enterados visitantes de un museo y el pequeño propietario de unas tierras entre muchos más, todos demuestran en sus cuerpos y mentes, los efectos de dicha represión, el malestar, la esperanza fatua de un punto de fuga o el delirio metafísico en una constante atmósfera de asfixia e imágenes falsas y dudosas que se suceden precarias y efímeras como un acelerado videoclip en frenético formato de slideshow tendiendo a hacer dudar al hombre de su propia anatomía y las conductas más básicas y vitales.
Las batallas que hoy en / día se pelean / ocurren todas en el desierto: / las cámaras, las luces, el / público que lo ovaciona: / elementos puramente del / decorado, / que no habrá de modificar / la decisión dividida de los jueces. / Una autobiografía como cualquier otra / revestida de la misma elegancia de / un crepúsculo, un espejo siempre / de sí mismo, una repetición del aire / que respiramos y / dejamos / de respirar
(…)
pero el cabaret El Infierno / sería pronto reemplazado por un estacionamiento de dos
pisos que no / tardó mucho tampoco en ser asimismo reemplazado / por uno de tres. La penitenciaría, el mercado, la estación. / No hace mucho almorcé por ahí con un amigo que dice / ya no ser mi amigo. También subieron los precios. / Lo único que ha bajado es la bencina. / Debe ser lo que / estoy tomando.
Me aventuro a afirmar que la poesía de Gómez asume en “Alfabeto para nadie”, una estridencia deforme de la cotidianidad en la cual se entremezclan situaciones en apariencia inconexas pero que van revelando en su rostro limpio y ordenado de la rutina, las secuencias deformes y horrorosas de lo cotidiano que descansan en el absurdo del mundo suburbano, similar a lo que ocurre en Blue Velvet de Lynch ante la aparición de una oreja humana tirada en medio de un jardín o descampado de una población o comuna que se jacta de su lógica y pulcritud moral, otro parangón sería la estética del videoclip realizado por Howard Greenhalgh para el tema grunge “Black Hole Sun” de Soundgarden o un pequeño fragmento presente en la historia de una pareja de jóvenes vagabundos junkies que Jonas Akerlund cuenta en el video que realizó para el tema “Try try try” de Smashing Pumpkins. Todas estas referencias visuales así como la poesía de Gómez, revientan de modo masivo sobre un acartonado paraíso de clase media, se trata de la ironización y desmitificación total del simulacro que puede inspirar el insípido monocorde de los años 60, representado y proyectado por un sueño americano y occidental, molde exitista repetido y reformulado de todas las formas posibles y hasta la saciedad en el mundo actual a través de las promociones de las cadenas de comida rápida, los grandes íconos y discursos de modernidad y progreso de norte a sur en nuestro continente y país.
ok: touché. Así decía mi hermano / cuando hacíamos esgrima con palos de escoba /
y terminaba sacándome cresta y media cuando / a los dos se nos pasaba la mano con el ardor de / los guerreros: él moriría poco después, tendido / en una cancha de fútbol, mordiendo no sé / si con desesperación el pasto, de seguro / ya inconsciente, producto de una falla en / el ventrículo derecho del conjunto arterial. / El camión de los helados pasa haciendo sonar / la sirena, los niños están a punto de alcanzarlo y / el conductor sólo piensa en lo fácil que será entregarle / las planillas al supervisor del turno de las mañanas.
Gómez aborda con su poesía el falso rostro de la verdad, el fin de lo mágico, la muerte de la inocencia ante el desenmascaramiento de un espacio de interpretación que nos es vetado por encontrarnos en medio del ojo del huracán, al ser usuarios inconscientes de este sistema. El ojo del poeta en cambio, vate (vidente) y creador empuja desenfadado la mentira al rostro impactado de sus lectores.
Y aplaude la asamblea. La obra gruesa está / acabada, por ahora el principal objetivo es lograr que los / festejos sigan en manos de los que no saben (lo) que / están festejando y todo el mundo vea en ello otra / consecuencia inevitable en un mundo plagado de / consecuencias inevitables.
En otras palabras, se emprende gracias al texto, un recorrido por la historia de todos a través de la mirada de… me atrevo a sugerir; quizá un agonizante hombre que muerde el césped mientras su corazón comienza a constreñirse… el texto en tal medida desciende a la pequeña historia y gesta diaria de modo que la escrituración que en principio se declara en su título nihilista, cerrada y muda a todos, “alfabeto para nadie”, resulta en realidad un alfabeto para todos, abierto y marchante bajo las directrices plurales de la desesperada mudez de la creación que combate sus limitantes intrínsecas (la precariedad de sus propios recursos y medios, la palabra, el alfabeto como imposibilidad) y extrínsecas (la paranoia del medio y sus agentes del miedo)
Por tanto Gómez, partiendo desde lo concreto y material; delantales, carteles, pasillos, ciudad y una blancura o asepsia de los espacios interiores de la misma, ámbitos artificiales determinados por un afán tecnócrata de modernidad y uniformación que pretende familiarizar a los usuarios, hacerlos parte y aunarlos bajo el slogan o la imagen corporativa y sus estrategias de la publicidad y el condicionamiento de las voluntades, organiza un mensaje sensible de “quiénes somos” y “cómo operamos” atravesados por este discurso del control. Entonces, aquel niño afectado por cáncer y su familia o el hombre que sufre una afección cardiaca y su hermano, desambiguan como metáforas del mundo, las estructuras del presente. Pasamos de lo semántico: usos, significaciones y sentidos que el poema a través de su discurso y diseño lingüístico expone, a lo estructural y simbólico de la sociedad, la codificación de nuestras existencias y formas de organización.
Dialécticamente “Alfabeto para nadie”, resulta un texto que asume desde su significación artística una comunicación e interpretación de nuestra época y su épica, con una mirada abierta, crítica y libre de sensiblerías plasmando la lucha de los anónimos y apócrifos que cruzan la calle junto a nosotros o abordan el mismo autobús o colectivo, construyendo en la simpleza de esos actos automáticos, su identidad, mítica, visión y en definitiva verdad, ante las certezas de lo que sin asco debiésemos asumir como un simulacro, poblado de agentes y agencias que construyen y mantienen el alfabeto cotidiano y cerrado, plagado de átomos organizacionales, jerarquías, interrelaciones y su operatividad en grandes sistemas y discursos político-sociales permeando lo más tangible, la institucionalidad y su corpus, recintos como bancos, hospitales y sus pabellones con las consabidas conductas, solicitadas o impuestas, donaciones, filas de pago, créditos, seguros, modales, recato.
Los granjeros de la zona, al hacer la / cosecha del maíz, tienen que tener cuidado /
de no electrocutarse con los cables del tendido / eléctrico, derribados durante el último tornado. / Al subirse a sus tractores comprados con un largo / crédito que terminarán de pagar sus hijos, no debieran / estar tocando el suelo. Las estadísticas dicen /
que después de una tormenta los índices de / accidentes laborales se incrementan en un / doscientos por ciento, lo que da una cifra / anual de un catorce por ciento acumulado / en las últimas dos décadas.
(…)
Otros aseguran / que la clave se encuentra / en lo sucedido, si por / lo sucedido se entiende / referir con palabras / decorosas / lo que de otro modo / no sería sino un /
Espejismo
Que el texto nos introduzca a esta revisión de cada objeto cotidiano, espacio y comportamiento, como signo que a su vez desciende a sus respectivos niveles como entidad comunicativa e interpretable, permite al lector extrapolar y llevar el cuestionamiento su realidad, su propia épica. Por ende el recorrido desde mis propias estructuras de mundo y extensiones parentetizadas al ingresar al poema, afectan la lectura pero igualmente estas, se ven afectadas por la lectura y el mensaje poético al salir uno del texto, claro, esto último sólo ocurre si llegamos a realmente abandonar el texto, o sea, si es que somos capaces de dejar de lado por completo la consideración de este alfabeto poético. Quizá materialmente lo hacemos al soltar el libro u hoy en día, al cerrar el pdf o la página web, sin embargo la palabra re-creada por Gómez en su texto, ese alfabeto que no nomina y no reconoce dueño, ciertamente pasa tras su lectura a integrar en la síntesis y contraste con nuestro propio alfabeto, enciclopedia o ideolecto, la nominación particular que como lectores y escritores diarios de nuestra existencia hacemos del mundo y sus contradicciones.
Voy a hablar, entonces, de una letra.
Del componente, simplemente, de un alfabeto.
Cada lector, dicho sea de paso, tiene su propio rostro.
En conclusión, todos somos ese nadie, todos damos un significado al alfabeto, a la realidad desde nuestra propio rostro y verbalización pero en esa incomunicación que implica un babel moderno donde todos sostenemos a ultranza nuestra propia versión de los hechos y la realidad, existe un punto de comunión, el alfabeto que quiere uniformarnos, que quiere hacernos parte de un único discurso, comercial, político, social… El Alfabeto de Gómez en cambio, ese alfabeto innominado y poético, no pretende poner una talla, logo, color o sabor, por el contrario reconoce la posibilidad de seguir cuestionando y negar. Ello se observa de forma más directa en uno de los poemas más interesantes del libro, “Incurable”, en este el hablante del poema se refiere a un paciente de cáncer terminal que a través del discurso poético se homologa con la imagen del poeta, este rechaza la quimioterapia, resignándose a su condición catastrófica y a su finitud dentro de un mundo, ante el cual consciente carga su patología mientras recuerda la escritura como una parte inextirpable de su calidad de ser que pone las cartas sobre la mesa.
Creo / haber escrito algún poema / me dijo el paciente con / cáncer terminal antes de /
darse por vencido y / negarse a recibir / una nueva sesión / de quimioterapia./ Creo haber escrito, / creo haber puesto encima / de la mesa las cartas / guardadas bajo la manga.
Publicado en: Cinosargo.