domingo, 2 de marzo de 2008

Marcelo Novoa. Revista Antítesis, 2008

El mapa no es el territorio

Recopilación y prólogo

de Ismael Gavilán

Valparaíso, Editorial Fuga, 2007.

por Marcelo Novoa Sepúlveda

Sólo un Lector en el Panorama inmerso

Cada vez que recibimos una antología, se pone a funcionar en nosotros un aparato crítico aceitado por incontables taxonomías literarias que guardamos en nuestra memoria. Desde aquellas célebres, por iniciáticas, aquí pienso, por sobre muchas, en Anguita y Teitelboim (1938), o incluso, aquellas que no pasan de ser nóminas funcionarias (los Calderones, 1998) o listas de amistades al uso (Upla, 2002). Por ello, comentar El Mapa no es el Territorio de Ismael Gavilán(Valparaíso, 1973), resulta una fruición, un desafío y una necesidad lectoras. Y no necesariamente en ese mismo orden.

Establezcamos el marco de referencia poética, que no crítica, de esta nueva selección de autores "porteños" (aquí no nos queda claro si habitar es merecer, así como, pernoctar no debe tomarse por soñar, aunque una necesite de la otra y etcétera de viceversas), pues nos asaltan varias dudas, mismas que el prólogo, razonado y algo circunspecto –como lo es su propio autor, un caballero fuera de temporada– se encargan de dilucidar. Así, casi todos los poetas aquí antologados, no necesariamente son oriundos o lugareños, ni mucho menos, habitués del lugar común denominado "Valparasímismo" (noche, puerto, bohemia, escandalera). Por lo mismo, sus influencias, temáticas y campos semánticos no aparentan casi ninguna noción de color local o siquiera, continuismo verbal con las voces del pasado regional. Y finalmente, todos ellos han publicado o sido antologados, se dedican a traducir y criticar a otros en medios de prensa y académicos, y la media de sus lecturas es amplia y marginal al mismo tiempo. En definitiva, son autores en plena posesión de sus facultades escriturales, y no descubrimientos de última hora. Y esto, en una zona densamente poblada de recitadores, preformistas y dueños de la verdad poética, resulta un acierto mayor.

El texto dividido en tres, sin mayor especificación que la biográfica, reúne primero, poetas nacidos entre 1967 y 1977; luego, hará lo mismo, con otros nombres fechados entre 1970 y 1986; por último, comparecen los demás, nacidos entre 1972 y 1985. Misterio y enigma, por cierto, interrogantes abiertas por cualquier ejercicio de compilación, con sus respectivas dosis de acierto y error, validez o inutilidad. En fin. Lo que sí salta a la vista, con gran claridad, es el corte geográfico-lingüístico que adosa a estos 29 poetas al devenir actual de la poesía chilena, antes que fijar cánones provincianos, o aún más, sumirse en las profundidades pantanosas de querer definir estética y estilísticamente un "hacer-poesía-porteña" .

Revisemos a los poetas en cuestión. Antojadizamente, dejaré fuera de estas breves notas de lectura a los más cercanos (mis semejantes, mis hermanos), pues su obra y valía resultan incuestionables para mí, más allá de inclusiones o exclusiones de panoramas de este tipo. Me refiero a Sergio Madrid, Sergio Muñoz, Ismael Gavilán, Eduardo Jeria, Enrique Morales y Felipe Hernández, con quienes hemos compartido muchos años aciagos para el ejercicio poético en esta ciudad de espaldas a sus autores, además de algunos secreteos y rencillas de rigor. Sólo resta decir que Muñoz y Morales, desde hace mucho, y luego Gavilán y Jeria, hasta hoy, seguidos por Jorge Polanco y Karen Toro, gozan de la envidiable buena costumbre de reunir cada cierto tiempo a sus pares, en sendos encuentros universitarios o bien, editoriales y no proyectos de impresión.

Entonces, aparecen las peculiaridades formales que un lector quisquilloso (o viejo y mañoso lector) puede detectar entre tanto texto suelto. Macelo Pellegrini, Alberto Cecereu, Cristian Geisse, Danny Nuñez, Enoc Muñoz, Constanza Ceresa y Daniela Giambruno muestran una dialéctica ardiente de pensamiento y lengua en sus poemas mentales de oscura inteligencia. En cambio, Alejandro Cerda, Felipe Moncada, Cristián Cruz, Karen Toro, Diego Alfaro y Gladys Mendía, vuelven su mirada ontológica hacia el paisaje real que deviene en iluminación o polaroid de palabras irrefutables. A su vez, Bruno Cuneo, Raimundo Nenén, Francisco Vergara, Mario Ortega, Rodrigo Arroyo, Gonzalo Gálvez, Marcela Parra y Mariela Trujillo, conjugan sus muchas lecturas cáusticas con dardos precisos en la piel más cruda de la realidad, causándole más de un escozor al lector desprevenido. Punto aparte para mi sorprendida lectura, los fragmentos largos y densos, dramáticos e irónicos de Claudio Gaete y Florencia Smiths. Poetas en edad de merecer mayor reconocimiento y visibilidad.

Finalmente, quisiera ser enfático al recomendar esta muestra antológica, tanto para lectores de éstas u otras latitudes. Pues se presiente la búsqueda de un equilibrio siempre difícil, entre autores consultados y nombres definitivos, por parte del antologador-antologado. Asimismo, la inoculta condición de panorámica que desbordan todas sus premisas iniciales, certifica sólo niveles sutiles y contundentes de calidad literaria de este puñado harto disímil de autores porteños, tanto por extensión, o bien, intensión. Cualquier deuda impaga, exclusión arbitraria, o bien, perversidad oculta entre estos 29 nombres, ya no corresponden al terreno de la poesía. Y de farándula, creo, ya estamos hastiados.


Artículo publicado en el número 3 de Revista Antítesis

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